Tributo a Gonzalo Rojas

Maestro! conocí sus poemas hace mas de 10 años . Me enseñó a que hay otro camino para el amor, distinto al romanticismo dulce y aburridor, a hacer de lo truculento un plato delicioso. Ahora sirve de profunda inspiración para mi vida actual.


Este fue el primer poema que conocí, publicado en la revista El Malpensante , me impresionó y todavía lo sigo leyendo con asombro.

Carta para volvernos a ver

Escrita en el mar, el 25-X-58, entre las 2 y las 5 de la mañana, a bordo del “Laennec”, Navifrance, por la ruta del Atlántico norte. No publicada hasta la fecha.

Lo feo fue quererte, mi Fea, conociendo cuánta víbora

era tu sangre, lo monstruoso

fue oler amor debajo de tu olorcillo a hiena, y olvidar

que eras bestia, y no a besos sino a cruel mordedura

te hubiera, en pocos meses, lo vicioso y confuso

descuerado, y te hubiera en la mujer más bella ¡por Safo! convertido.

Porque, vistas las cosas desde el mar, en el frío de la noche oceánica

y encima de este barco de lujo, con mujeres francesas y espumosas,

y mucha danza, y todo, no hay ninguna

cuyo animal, oh Equívoca, tenga más desenfreno en su fulgor

antes de ti, después de ti. No hay ojos verdes

que se parezcan tanto a la ignominia.

Ignominia es tu sangre, Burguesilla: lo turbio que te azota por dentro,

remolino viscoso de miedo y de lujuria, corrupción

de todo lo materno que es la mujer. ¡Acuérdate, Malparida, de aquella pesadilla!

No hay trampa que te valga cuando tiritas y entras al gran baile del muro

donde se te aparecen de golpe los pedazos de la muerte.

No te perdono, entiéndeme, porque no me perdono, porque el mar

por hermoso que sea no perdona al cadáver: lo rechaza y lo arroja

como inútil estiércol.

Muerta estás y aun entonces, cuando dormí contigo, dormí con una máquina

de parir muertos. Nadie podrá lavar mi boca sino el áspero océano,

Mujer y No-mujer, de tu beso vicioso.

Lástima de hermosura. Si hoy te falta de madre justo lo que te sobra

de ramera

y de sábana en sábana, desnuda, vas riendo

y sin embargo empiezas a llorar en lo oscuro cuando no te oye nadie,

es posible, es posible que descubras tu estrella por el viejo ejercicio
del amor, es posible que tanta espuma inútil

pierda su liviandad, se integre en la corriente, vuelva al coro del Ritmo.

Tal vez el largo oleaje de esta carta te aburra, todo este aire solemne,
pero el Ritmo ha de ser océano profundo

que al hombre y la mujer amarra y desamarra

nadie sabe por qué y, es curioso, yo mismo

no sé por qué te escribo con esta mano, y toco

tu rara desnudez terrible todavía.

No hablemos ya de mayo ni de junio, ni hablemos

del gran mes, mi Amorosa, que construyó en diamante tu figura

de amada y sobreamada, por encima del cielo, en el volcán

de aquel Chillán de Chile que vivimos los dos, y eternizamos,

silenciosos, seguros de ser uno en el vuelo.

No. Bajemos de ahí, mi Sangrienta, y entremos al agosto mortuorio:

crucemos los horribles pasadizos

de tus vacilaciones, volvamos al teléfono

que aún estará sonando. Volemos en aviones a salvar

los restos de Algo, de Alguien que va a morir, mi Dios, descuartizado.

Digamos bien las cosas. No es justo que metamos a ningún Dios en esto.

Cínicos y quirúrgicos, los dos, los dos mentimos.

Tú, la más Partidaria de la Verdad, negaste la vida hasta sangrar

contra la Especie (¿Es mucho cinco mil cuatrocientas criaturas por hora…?)

Los dos, los dos cortamos las primeras, las finas

raíces sigilosas del que quiso venir

a vemos, y a besamos, y a juntamos en uno.

Miro el abismo al fondo de este espejo quebrado, me adelanto a lo efímero

de tus días rientes y otra vez no eres nada

sino un color difícil de mujer vuelta al polvo

de la vejez. Adiós. Hueca irás. Vivirás

de lo que fuiste un día quemada por el rayo del vidente.

Mortal contradictorio: cierro esta carta aquí,

este jueves atlántico, sin Júpiter ni estrella.

No estás. No estoy. No estamos. Somos, y nada más.

Y océano,

y océano,

y únicamente océano.

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Gonzalo Rojas, gran poeta, gran hombre, gracias! para conocerlo no hay que ver su biografía , hay que leer sus poemas. Aquí: Poemas de Gonzalo Rojas

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