Oscar Wilde, la flor del amor

Oscar Wilde: La Flor del Amor

Poeta irlandés nacido en Doublin el 16 de octubre de 1854, en el seno de una familia acomodada con buenos fundamentos culturales. Poeta, ensayista, novelista y dramaturgo, estudió en el Trinity College de Doublin y posteriormente en la Universidad de Oxford, gracias a una beca obtenida por sus brillantes trabajos en latín y griego.

La Flor del Amor es unos de los poemas de amor más conmovedores, y parte de lo especial se debe al hecho de que todos los que alguna vez estuvieron enamorados pueden verse reflejados en él.

La Flor del Amor

Amor, no te culpo; la culpa fue mía,
no hubiera yo sido de arcilla común
habría escalado alturas más altas aún no alcanzadas,
visto aire más lleno, y día más pleno.

Desde mi locura de pasión gastada
habría tañido más clara canción,
encendido luz más luminosa, libertad más libre,
luchado con malas cabezas de hidra.

Hubieran mis labios sido doblegados hasta hacerse música
por besos que sólo hicieran sangrar,
habrías caminado con Bice y los ángeles
en el prado verde y esmaltado.

Si hubiera seguido el camino en que Dante viera
los siete círculos brillantes,
¡Ay!, tal vez observara los cielos abrirse, como
se abrieran para el florentino.

Y las poderosas naciones me habrían coronado,
a mí que no tengo nombre ni corona;
y un alba oriental me hallaría postrado
al umbral de la Casa de la Fama.

Me habría sentado en el círculo de mármol donde
el más viejo bardo es como el más joven,
y la flauta siempre produce su miel, y cuerdas
de lira están siempre prestas.

Hubiera Keats sacado sus rizos himeneos
del vino con adormidera,
habría besado mi frente con boca de ambrosía,
tomado la mano del noble amor en la mía.

Y en primavera, cuando flor de manzano
acaricia un pecho bruñido de paloma,
dos jóvenes amantes yaciendo en la huerta
habrían leído nuestra historia de amor.

Habrían leído la leyenda de mi pasión, conocido
el amargo secreto de mi corazón,
habrían besado igual que nosotros, sin estar
destinados por siempre a separarse.

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Pues la roja flor de nuestra vida es roída
por el gusano de la verdad
y ninguna mano puede recoger los restos caídos:
pétalos de rosa juventud.

Sin embargo, no lamento haberte amado -¡ah, qué más
podía hacer un muchacho,
cuando el diente del tiempo devora y los silenciosos
años persiguen!

Sin timón, vamos a la deriva en la tempestad
y cuando la tormenta de juventud ha pasado,
sin lira, sin laúd ni coro, la Muerte,
el piloto silencioso, arriba al fin.

Y en la tumba no hay placer, pues el ciego
gusano se ceba en la raíz,
y el Deseo tiembla hasta tornarse ceniza,
y el árbol de la pasión ya no tiene fruto.

¡Ah!, qué más debía hacer sino amarte; aún
la madre de Dios me era menos querida,
y menos querida la elevación citérea desde el mar
como un lirio argénteo.

He elegido, he vivido mis poemas y, aunque
la juventud se fuera en días perdidos,
hallé mejor la corona de mirto del amante
que la de laurel del poeta.

En 1878 a la edad de 24 años recibió el título de Bachelor of Arts con máximos honores. De allí en adelante, ya instalado en Londres, publicó poesía, novela, ensayo y teatro, los titulos más famosos son, Poemas 1881, El fantasma de Canterville 1887, El retrato de Dorian Gray 1891, El abanico de Lady Windermere, 1892, Una mujer sin importancia 1893, La importancia de llamarse Ernesto 1895 y La balada de la cárcel de Reading 1898.

Oscar Wilde en 1895, fue condenado a dos años de cárcel por su homosexualidad, después de recobrada la libertad, se instaló en Paris bajo el nombre de Sebastian Melmoth. Allí falleció el 30 de noviembre de 1900 a la edad de 46 años.

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