El color en las aulas de arte, cuando pensamos en los colores primarios, la mayoría recuerda lo que aprendió en la escuela: rojo, amarillo y azul. Este sistema, conocido como la teoría RYB (del inglés Red, Yellow and Blue), ha sido la base de la enseñanza del color en arte durante siglos. Pero, ¿de dónde viene esta idea? ¿Por qué, si la ciencia nos dice que los verdaderos primarios sustractivos son cian, magenta y amarillo, seguimos enseñando RYB en el arte? La respuesta está en la historia de la pintura, la alquimia y la imprenta.
Los primeros pigmentos y la intuición del color
Desde tiempos prehistóricos, los humanos han experimentado con pigmentos naturales para crear colores en sus obras de arte. En cuevas de todo el mundo encontramos evidencias de pinturas hechas con ocre amarillo, cinabrio rojo y azurita azul, materiales que la naturaleza ofrecía en estado puro. Estos pigmentos eran estables y fáciles de mezclar, lo que permitió que los artistas descubrieran, de manera intuitiva, cómo combinar colores para obtener nuevas tonalidades.
Los alquimistas de la Edad Media también experimentaron con pigmentos y tintes, buscando no solo crear colores vibrantes, sino también descubrir sus propiedades químicas. Aunque su enfoque estaba más ligado a la transmutación de materiales, sentaron las bases de la química moderna del color.
El surgimiento de la teoría RYB
Si bien ya existían nociones empíricas sobre la mezcla de colores, la formalización del modelo rojo, amarillo y azul como primarios surgió con los tratados de pintura del Renacimiento. Uno de los primeros en documentar la teoría del color fue León Battista Alberti en su libro De Pictura (1435), donde hablaba de la importancia del uso del color en la pintura. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVII que la teoría RYB se consolidó en los tratados artísticos.
Uno de los libros que ayudó a difundir esta teoría fue El Manual del Pintor (Traité de la peinture), basado en las enseñanzas de Charles Le Brun y popularizado por Roger de Piles. En este tratado, se establecía que el rojo, el amarillo y el azul eran los colores fundamentales a partir de los cuales se podían obtener los demás.
La llegada de la imprenta en el siglo XV permitió la difusión masiva de estos conocimientos. Libros como De Diversis Artibus de Theophilus Presbyter y El Libro del Arte de Cennino Cennini fueron ampliamente reproducidos y contribuyeron a estandarizar la enseñanza del color en la pintura.
La consolidación con Moses Harris y Johann Wolfgang von Goethe
En 1766, Moses Harris publicó El Compendio de la Teoría de los Colores, donde representó los colores en una rueda cromática basada en el modelo RYB. Su esquema mostraba cómo los primarios rojo, amarillo y azul podían mezclarse para obtener secundarios como verde, naranja y morado. Este modelo fue ampliamente aceptado en el mundo del arte y la educación.
Más tarde, Johann Wolfgang von Goethe, en su obra Teoría de los Colores (1810), reforzó la idea de que el color no era solo una cuestión física, sino también psicológica. Aunque su teoría no se basaba en la óptica de Newton, influyó en la enseñanza artística y en la percepción subjetiva del color.
El desafío de la ciencia: CMY reemplaza a RYB
A medida que avanzaba la ciencia, la teoría RYB comenzó a ser cuestionada. Isaac Newton, en sus experimentos con prismas en el siglo XVII, demostró que la luz blanca podía descomponerse en un espectro de colores, sentando las bases para entender la verdadera naturaleza del color. Sin embargo, la aplicación de este conocimiento a la mezcla de pigmentos tomó más tiempo.
En el siglo XIX, con el desarrollo de la impresión en color, los científicos y artistas descubrieron que los colores primarios más eficaces para la mezcla sustractiva eran el cian, magenta y amarillo (CMY), no el rojo, azul y amarillo. Esto se debe a que los pigmentos de cian y magenta permiten obtener mezclas mucho más puras que el azul y el rojo tradicionales.
A pesar de esta evidencia científica, el modelo RYB siguió siendo dominante en el arte y la educación. Su simplicidad y su arraigo en siglos de práctica lo hicieron difícil de reemplazar en las aulas.
Para resumir está historia
La teoría del color basada en rojo, amarillo y azul no es científicamente precisa, pero su origen está profundamente ligado a la historia del arte y la disponibilidad de pigmentos naturales. La imprenta y los tratados de pintura ayudaron a consolidarla, convirtiéndola en el estándar educativo durante siglos.
Hoy sabemos que CMY es el sistema más preciso para la mezcla de colores en impresión y artes gráficas, pero RYB sigue siendo una herramienta intuitiva para artistas y estudiantes. Conocer su historia nos permite entender por qué este modelo sigue presente en la enseñanza, a pesar de sus limitaciones.
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