El filme que representa a Austria, es setero, sentido, calmo, que concentra la fragilidad del ser humano en sus últimos años, una pareja de ancianos que afrontan como pueden la enfermedad de ella – Emmanuelle Riva – una mujer enfrenta la situación con su pareja.
Escenas insuperables, desde la primera crisis donde aparece la desconexión con la realidad, pasando por un sueño que recorre el laberinto mental de Jean-Louis, en forma de pasillo de un edificio en obras, o cómo él mismo intenta atrapar torpemente una paloma que se ha colado en el apartamento, presagiando la muerte y simbolizando la falta de control sobre sus vidas y sus cuerpos en decadencia y detrás la inquietante llave goteante de la cocina.
El director se conecta con su pasado y lleva al cine su propia historia, con esta propuesta desea activar los mecanismos más íntimos del espectador, transformándolo con imágenes que, aunque turban, recuerdan a la plasticidad del mejor Bergman.
El director Haneke al recoger su merecido Oscar dijo: «Gracias a mi gran equipo, a mi mujer, que lleva 30 años siendo mi asistente y el centro de mi vida, también dedicó a la pareja protagonista de la película, los franceses Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant”.
Artículo recomendado: La historia del Oscar